Cuatro posts seguidos sobre hombres.
Admitámoslo: algo no anda bien.
Esta es la historia de un pibe que me encantó desde le primer momento en que lo vi, me flasheó mal en una fiesta de quince en Puerto Madero. Como era amigo de una amiga, empezamos una relación amistosa muy rápido. Por esas cosas de la vida, yo rompí mi cuasi hermandad con ella -nada tiene que ver esto con mi acercamiento hacia él- pero con el flaco todo siguió perfecto. Me acuerdo que el tercer cumpleaños en el que me lo encontré, me dijo: "Creo que vos y yo vamos a tener una linda amistad". ¡Qué cursilería barata!
Pasó el tiempo y fuimos afianzándonos. Yo seguía metejoneada hasta el caracú, obvio, siempre fiel a mi estilo. Un verano, estando yo en Cariló, lo vi online y le tiré la onda de pasarlo a buscar un día por Gesell. De una me dijo que sí, que esperaba mi llamada. Eso hice: me contacté con él y lo pasé a buscar. Esto fue hace cuatro veranos, ponganlé (?). Lo llevé a casa y se lo presenté a papá. (Nota: mi viejo estaba chocho de la vida, le estaba llevando un caramelito de esos que no se encuentran a la vuelta de la esquina. Varias veces papá me dijo que le encantaba que él tuviera conciencia social -por un comentario sobre el Comedor Los Piletones, no sé.)
En esos dos días que pasó con nosotros me tiró algunos palitos y seguimos la relación durante todo el año. Al verano siguiente, vacacionó en otro lado y se tomó un bondi exclusivamente para venir a estar conmigo. Yo, enamoradísima. Pero esta vez fue diferente. Yo dormía en una habitación separada de la casa (con mi baño y mis cosas y la mar en coche). Y dormimos juntos allá (Nota: recuérdese que mi viejo quería que yo estuviera con este pibe, ¡lo adoraba!), juntos y solos y lejos de la casa y de la gente. Y me siguió tirando palos pero nunca hice nada. Nunca. Porque yo sentía que todo era una fantasía pero que no iba a terminar de cumplirse jamás. Y lo conocía. Sabía que si él quería algo, iba a hacer algo. Y no quería pensar en la posibilidad de rebotar y seguir teniendo contacto (por lo menos hasta que se fuera de mi casa, no sé).
Fue pasando el tiempo, fui a la casa, vino a mi casa, salimos a cenar y todo. Me hizo propuestas indecentes cuando yo estaba de novia y él soltero. Me hizo propuestas indecentes cuando los dos estábamos en pareja. Me hizo propuestas indecentes cuando los dos nos quedamos solteros y después se hizo el gil. Cuando lo apuro, se hace el gil. El año pasado, semanas antes de irme de viaje por cuatro meses (y estando con mi superamiga), le tiré la frase graciosa por sms. Sí, esa que están pensando, la famosa "¿Da para darnos?". Esa noche no contestó. Dos días después hablamos por msn y me preguntó si podíamos hablar de eso. Le dije que sí y tiró algunas preguntas como, por ejemplo, si estaba borracha, si me arrepentía, etc. (Nota: ¿Si me arrepiento? ¡Te encanté, loco!) Tranquila le dije que no estaba ni borracha ni arrepentida. Y todo quedó en la nada cuando me preguntó qué pensaba yo que pensaba él al respecto. Ayudándolo (no sé por qué), le dije que seguro que no podía/quería porque estaba en un compromiso en ese momento. Y me dio la razón el muy cagón.
Cuando volví (él ya separado de la anterior pero en una nueva relación), me tiró la onda de nuevo. Seguro pensaba que yo no me iba a animar. Acepté la propuesta y, automáticamente, se tiró para atrás. Le dije que no había problema, que hacíamos borrón y cuenta nueva. Obvio que aceptó. Veremos cuánto dura esta gilada de dar vueltas, de avanzar y retroceder y todas esas boludeces de pendejitos comemocos.