Volviendo del laburo en bondi -y sentada en el último asiento individual de la fila- vi por la ventanilla a un bombonazo andando en bici, en contramano. Tenía el pelo bien corto y medio rubión, unas gafas enormes con marco rojo, bermudas oscuras y cantaba casi gritando, con sentimiento. Lo seguí como tres metros, embobada. Tal vez más. Sin darme cuenta, había dejado de cantar lo que sonaba en mi celular; había cerrado el libro que tenía en mis manos sin siquiera retener el número de página.
Pensé en pararme, pedir permiso y bajar gritando. Correr por el medio de la avenida hasta alcanzarlo y declararle mi amor, pedirle matrimonio, arrodillarme y todo. Después me di cuenta que el chofer no iba a frenar su marcha para abrirme la puerta; los autos no iban a parar en sincronizado para dejarme pasar; el flaco no me iba a escuchar porque estaba compenetradísimo en su música. Y, suponiendo que todo eso sucediera (hoy, martes trece), quizás lograba llegar a él y no pasaba nada. Quizás lo miraba y me miraba y no sentíamos ser los únicos en el planeta, se seguía escuchando todo el ruido a nuestro alrededor, no se veían corazones rojos por doquier. Quizás me agarraba la mano y a mi no se me llenaba la panza de mariposas.
-Piel
La piel no se hace, no se compra, no se inventa. No hay santo al que rezarle, no hay medicamento que nos cure de la falta de piel. O hay o no hay. Así de simple y así de complejo. Y uso este último adjetivo porque sé que hay una persona que anda dando vueltas. Antes de conocerla, me armé en la cabeza una perfecta historia de amor. Bueno, no es la primera vez que me pasa, tengo buena imaginación (a veces). Y prometimos muchas cosas. Hasta que nos vimos. Y la pasamos bien, de verdad que estuvo bueno. Fue una situación cómoda, divertidísima pero faltaba algo. Porque yo no tenía ganas de tirármele encima. (Sí, ustedes pueden sentir cosas diferentes cuando ven que hay piel con otra persona pero yo pensé que iba a tener ganas de tirármele encima y de no querer separarme por un tiempo.) Me sentía una mierda por haber hablado tanto, por haber imaginado tanto, por haber planeado tanto y en voz alta.
A él (el chico ingenioso) no le pasó lo mismo. El dio por sentado que sí había pasado algo más, que yo había sentido algo más. Me imagino que en el momento se debe haber sentido re bien porque yo daba pie para seguir hablando y seguir con todas esas cosas de mina buena onda. Pero ya tenía en claro que no había chances de nada, que faltaba química, no sé. Tal vez piel y química no son lo mismo. Y hablé de lo complejo del asunto porque algo que siempre comento con mis amigas es que estamos hablando de un pibe que podría hacerme bien; un tipo super bueno, simpatiquísimo, muy inteligente. Hoy por hoy, estamos buscando lo mismo. Pero no puedo y eso es más fuerte que yo.